viernes, 12 de octubre de 2012

Los analfabetas del siglo XXI no serán aquellos que no sepan leer y escribir, sino aquellos que no puedan aprender, desaprender y reaprender












Copio a continuación un enlace del cual seleccione este fragmento que me parece digno de compartir y relacionado con nuestro tema actual



¿Por dónde empezar a “desaprender”?

En una cultura que ha convertido a sus ciudadanos en máquinas de consumir, en pos de una economía devoradora, lo primero a entender es que no necesitamos tantas cosas materiales para subsistir, ni para estar cómodos o gozar de mayor bienestar. Las crisis económicas parecen llegar a propósito de demostrarnos esto. Después de décadas de sociedad industrial y tecnológica, en las que la ciencia ha demostrado inútiles y obsoletas numerosas creencias del pasado, la propia ciencia y tecnología se revelan incapaces de conseguir la felicidad del ser humano. De ahí la necesidad de éste de volver a sus orígenes, de reconocerse en su interior olvidado.
Y no hablamos de renunciar al progreso y sus buenas conquistas, sino de recuperar la esencia espiritual- o mental, como prefieran- que estábamos perdiendo. Cada vez más personas se apuntan a la “moda” del coaching, la autoayuda, las temáticas de crecimiento o desarrollo personal, o las religiones de nuevo o viejo cuño. El estrés y los estados de ansiedad o depresión están a la orden del día, y el ser humano parece darse cuenta de que es algo más que un consumidor inmerso en un mundo de consumidores con mentalidades establecidas y conservadoras. Buscando la singularidad, ya no vale el individualismo, y todos queremos ser nosotros mismos, auténticamente, e interconectados con los demás.
Recuperar valores humanos como la sonrisa habitual, la alegría por vivir, el contacto con los otros, la calidez y el respeto en el trato, o la sensación de ser parte de la naturaleza, y no solo sus destructores, van recobrando su lugar en los nuevos buscadores de una sociedad más humanizada, menos encorsetada y tecnificada.

Crear y dejar de destruir

Hasta las empresas más agresivas y competitivas en el mundo de los negocios, recomiendan a sus ejecutivos un cambio de mentalidad para enfocar sus nuevas estructuras. El viejo estereotipo del ejecutivo inflexible, cargado de diplomas y experiencia empresarial, va siendo reemplazado por el de aquellos individuos con capacidad de cambio, de aprendizaje de nuevas fórmulas organizativas, de adaptación a nuevos modelos que hacen a las personas más efectivas, utilizando el elemento grupal más que el individual y agresivo.
La sociedad global se muestra cansada de destruir recursos del planeta para fomentar su propio consumismo. Existe el miedo a las pandemias, a las amenazas apocalípticas del cambio climático o la deforestación masiva, entre tantas otros desastres, y la humanidad empieza a entender que debe buscar en su interior lo que no ha encontrado en el exterior, para reconstruir aquello que ha estado destruyendo en aras de un pretendido bienestar.
Por eso prima hoy en día un regreso a la imaginación y creatividad humanas, como valores a tener presentes para formar la vida futura, al que se van viendo empujados todos los ámbitos, desde el educacional hasta el empresarial. Y, para eso, cada persona debe encontrar su equilibrio, redescubrir su potencial y dejar atrás las viejas convicciones y los antiguos preceptos. Uno de ellos, el que nos enseñaba que había que saber envejecer, va siendo reemplazado por entender que es más importante saber crecer como persona; lo que nos obliga a desaprender muchos tópicos que formaban la conciencia colectiva.


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